POSICIÓN INTELECTUAL DE KANT
Inmanuel Kant (1724-1804) adviene en un momento propicio para la renovación fundamental del pensamiento filosófico. Tarea a la cual, después de una larga preparación, se consagró por completo. Para esta misión disponía de profunda inteligencia singular capacidad metódica y, lo que no es menos importante, absoluta tranquilidad de espíritu.
El idealismo racionalista culmina con Leibniz: toda explicación racional del universo se apoya en la demostración de la existencia de Dios, autor de la armonía que existe entre todas las mónadas. De otra parte, con Hume llega el empirismo inglés a su más rotunda formulación: para ese filósofo, la existencia es algo meramente subjetivo y sólo median diferencias de grado entre la noción de "algo existente", que en realidad poseemos o creemos poseer, y la impresión puramente imaginada de ese "algo existente".
El tercero de los antecedentes de la filosofía kantiana es la física de Newton. En tanto que el empirismo concluye afirmando la imposibilidad de todo conocimiento trascendente -término opuesto a inmanente-, la física permite un conocimiento exacto de la naturaleza.
La oposición entre la física de Newton y las teorías de Hume, y la afirmación básica de Leibniz respecto a la existencia de Dios, movieron a Kant -después de un largo período de meditación: la "etapa precrítica"- a formular una filosofía que, teniendo en cuenta el empirismo de Hume, se aproximara por su estructuración a la física de Newton. Se trataba de conocer la realidad, de saber si es posible el conocimiento objetivo, planteando así -como base de una futura metafísica- el problema previo de la crítica del conocimiento humano.68
LA CRITICA DE LA RAZÓN PURA
Conocer equivale a captar el ser de las cosas. Si estas existen fuera de mí mismo, es decir, en sí mismas, serán trascendentes, y conocerlas equivaldrá a conocer algo que existe fuera del sujeto pensante. Por el contrario, si lo exterior no llega a nosotros sino deformado, o si el hombre solamente puede conocer lo que hay en sí mismo, tal como afirmaba Berkeley, el conocimiento trascendental será imposible, porque lo que podemos conocer es apenas algo meramente subjetivo: nuestras propias ideas.
Por "razón pura" entiende Kant una manera de conocimiento que no proviene de nuestros sentidos y que es independiente de toda experiencia. Es posible, en realidad, este conocimiento? Porque si lo es, presupondrá que podemos adquirir nociones no deformadas por los datos de nuestros sentidos: conocimientos trascendentales. De donde podrá existir una metafísica capaz de suministrarnos conocimientos ciertos sobre el verdadero ser, sobre la verdadera realidad de las cosas, es decir, sobre el ser trascendental. Kant recorrió un largo camino antes de dar una respuesta a tal interrogante.
1. Nuómeno y fenómeno
El conocimiento es inmanente o es trascendente, tal como lo había planteado ya la filosofía clásica de los griegos. Pero solamente en el segundo caso podrá ser posible una metafísica. La disyuntiva es resuelta por Kant afirmando que el conocimiento es trascendental, lo que en este caso quiere decir que capta la realidad de lo objetivo, de las cosas, pero lo capta en el sujeto pensante. Ahora bien: a la cosa como la conozco, da Kant el nombre de fenómeno; a la cosa tal como es, la llama nuómeno. El nur mo conocido en el fenómeno no es la cosa en sí, ni puede serlo, pero es el ser trascendental.
2. Los modos de saber
Tendido así un puente entre lo subjetivo y lo objetivo, entre el fenómeno y el nuómeno, habrá que preguntarse si hay modos de conocimiento, y cuáles son. Para Kant existen tres: la sensibilidad, el entendimiento discursivo y la razón. Pero el conocimiento es a priori o a posteriori: el primero no reposa en la experiencia y el segundo la presupone. Sólo el conocimiento a priori es universal y, además, necesario. De donde la ciencia -tal como ocurre en (a Física y la Matemática- será un conocimiento a priori. Pero, qué ocurre respecto de la Metafísica? Para responder a esta pregunta -se trata de saber, en definitiva, si es posible conocer el nuómeno- Kant se pregunta inicialmente cómo es posible la Matemática; luego, cómo es posible la Física.
Siendo la ciencia un armónico conjunto de juicios, en los que radica la verdad y en (os que consiste el conocimiento, Kant comienza formulando una teoría lógica de los juicios.69
3. La teoría del juicio
Hay juicios analíticos y juicios sintéticos. Los primeros son aquellos cuyo sujeto contiene al predicado: así al predicar el género respecto de una especie, o una propiedad esencial respecto de esta. Los segundos son los que unen un predicado a un sujeto que carecía de tal predicado. Esta última clase de juicios, por consiguiente, es la que enriquece el concepto del sujeto.
Como los juicios son comparaciones, los analíticos resultan ser a priori, porque basta con contraponer sujeto y predicado, para conocer si son compatibles o incompatibles, es decir, verdaderos o falsos. En cuanto a los juicios sintéticos, son en su totalidad a posteriori? Este es, para Kant, el problema central, porque si contestamos afirmativamente la pregunta, ocurre que todo conocimiento realmente nuevo -y que no sea simple deducción de algo que ya sabemos- es un juicio posteriori, y por tanto no será necesario ni universal. Dicho de otra manera: la ciencia, que procede a base de realizar nuevos descubrimientos, o no es necesaria y universal, o es solamente la reiteración, mediante juicios analíticos, de lo que ya se sabe.
Ante esta dificultad, y en vista de realidades científicas como la física de Newton o el cálculo infinitesimal de Leibniz, piensa Kant que tienen que existir juicios que amplíen el conocimiento, es decir, juicios sintéticos que sean necesarios y universales, o sea juicios sintéticos a priori. Es entonces cuando enuncia el problema preguntándose: cómo son posibles, si es que lo son, los juicios sintéticos en la matemática, en la física y en la metafísica?
4. Espacio y tiempo
Todo fenómeno se ordena dentro del espacio y el tiempo. Pero estas "formas" serán también fenómenos? Kant precisa que son algo a priori, pues no las conocemos por experiencia, sino que -por el contrario- condicionan nuestra experiencia. De donde deben considerarse como formas a priori de la sensibilidad, anteriores a los objetos ("cosas") y propias del sujeto. Tales formas nos separan de la realidad objetiva, del nuómeno.
En este punto, asume Kant una posición diametralmente opuesta a los empiristas ingleses: se puede pensar en objetos fuera del espacio, pero no se puede pensar que el espacio no existe. El espacio es una representación a priori, una condición de la experiencia. Como el espacio, el tiempo posee también una "idealidad trascendental", como explica Vorlander.70
5. Las categorías
Así como en la sensibilidad encontramos formas a priori, también en el entendimiento. A éstas últimas, las denomina Kant categorías. Que son las modalidades del concepto de objeto. Estos "modos de ser" dependen del sujeto y no del objeto, como en las categorías aristotélicas. A esta nueva concepción -fundamentalmente revolucionaria- llamó Kant "giro copernicano" de la filosofía.
Las categorías son conceptos puros del entendimiento. Son los distintos modos de que dispone el entendimiento para formular un concepto relativo a una entidad externa, a un nuómeno. Estas categorías posibilitan la formulación de distintas clases de juicios, y son anteriores a toda experiencia. Son formas a priori del entendimiento, a diferencia de espacio y tiempo, que son formas a priori de la sensibilidad, tal como ya se dijo.
6. Las antinomias
Explica Jacques Chevalier71, aclarando notoriamente los conceptos, que cuando la razón pretende prolongar fuera de los límites de la experiencia la serie de las condiciones de esta misma experiencia, se producen proposiciones sofísticas (antinomias), porque aunque no encierran en sí mismas contradicciones e inclusive encuentran en la razón condiciones que las hacen necesarias, las afirmaciones contrarias también descansan en la razón y resultan no menos necesarias.
A favor y en contra de estas tesis, y de sus respectivas antítesis, militan argumentos. Pero si es imposible dar a tales proposiciones una solución dogmática, es posible en ocasiones darles una solución crítica. Esto, porque existe una estructura antinómica de nuestro espíritu. Las antinomias de la razón pura se reducen a una oposición dialéctica. Tanto en las tesis como en sus antítesis encontramos afirmaciones que sobrepasan los límites de la experiencia sensible. Y es más: las dos primeras tesis y sus correspondientes antítesis, que son antinomias matemáticas, son igualmente falsas, porque tanto las unas como las otras consideran al mundo como una "cosa en si", siendo así que el mundo no existe independientemente de nuestras representaciones, es decir, de lo fenomenológico.
Las tesis tercera y cuarta, y sus antítesis, son dinámicas, porque superan el terreno de las relaciones entre magnitudes de la misma especie y nos descubren nuevas perspectivas, en las que encontramos la síntesis de lo heterogéneo: las tesis se referirán a las cosas en sí, y las antítesis al mundo fenomenológico.
La doctrina de las antinomias es otro de los grandes esfuerzos mentales de Kant para conciliar la radical oposición que él mismo se encargó de establecer entre nuómenos y fenómenos.
7. Matemática, física y metafísica
a. La matemática pura.
En tanto que conocemos el espacio y el tiempo de manera apriorística, los juicios que se refieren a tales "formas" son a priori aunque sean sintéticos. De este modo, afirma Kant que es posible la matemática como ciencia, pues versa sobre las relaciones de las figuras espaciales y de la sucesión temporal de unidades que son base de los números.
b. La física pura.
A base de las nociones o "formas" de espacio y tiempo, y de las categorías, el entendimiento elabora los objetos de la física pura. Así, al aplicarse al espacio, la categoría sustancia proporciona el concepto de materia: la categoría causalidad, en función del tiempo, producirá el concepto físico de causa y efecto, etc. Kant observa que, como en este terreno continuamos dentro del a priori -vale decir, fuera de la experiencia y sin tener que recurrir a ella- cabe formular en la física pura juicios sintéticos a priori. De donde esta ciencia es válida, como la matemática.
c. La metafísica.
De acuerdo con la clasificación de Christian Wolff (1679-1754), de la que parte Kant, esta disciplina filosófica presenta dos grandes divisiones: la metafísica general u ontología, y la metafísica especial, integrada por tres campos de estudio: la psicología, la cosmología y la teología racional.72 La pregunta de si es posible una metafísica como ciencia es resuelta negativamente por Kant.
El conocimiento real presupone una materia dada y sensaciones que se ordenan de acuerdo con las formas a priori de la sensibilidad -espacio y tiempo- y con las categorías. De aquí que el conocimiento real sea a posteriori. Pero la metafísica aspira a ser conocimiento real y por tanto a posteriori, y además conocimiento científico puro, es decir, universal y necesario y por lo tanto a priori.
Afirma Kant que carecemos de intuiciones acerca de Dios, del mundo como totalidad y del alma. La síntesis de la materia intuida y de las formas a priori, que es lo que constituye el conocimiento real, no se consigue en los tres grandes campos de realidad intelectiva ya enunciados: la divinidad, la totalidad del mundo y el alma o espíritu inmortal del hombre. Afirma Kant que se trata de "síntesis infinitas". Y como éstas no son mesurables ni abarcables, la metafísica no es posible como ciencia.
Suprimida o negada la intuición de alguna noción a priori sobre el Ser Supremo, es natural que Kant examine críticamente el argumento ontológico sobre su existencia, partiendo de su formulación cartesiana. Para concluir diciendo que como de Dios no hay "nada en nosotros", que somos fenómenos ante nosotros mismos, y aquello porque carecemos al respecto de intuiciones, no tenemos de donde deducir la existencia de Dios.
Entiéndase que esta conclusión negativa es racionalista, pero no escéptica. Kant niega la posibilidad de una metafísica científica, pero no la existencia de Dios, ni la del Cosmos, ni la del alma humana. Tampoco niega la metafísica, ni la importancia de su problemática, sino la posibilidad de estudiarla como ciencia.
LA CRITICA DE LA RAZÓN PRACTICA
Algún divulgador de la filosofía escribió que en la Crítica de la Razón Pura, Kant había dado muerte "al buen Dios". Y que para resucitarlo, había escrito la Crítica de la Razón Práctica. Frase tan ingeniosa como carente de sentido.
Vorlander ha hablado, refiriéndose a Kant, de "una nueva fundamentación de la filosofía". Nada más cierto. Téngase en cuenta que Kant se preparó durante largos años para esta labor. La primera de las obras citadas se publicó en el año de 1781. La segunda, en 1788. En el intermedio, publicó los Prolegomenos para toda metafísica futura que haya de presentarse como ciencia (1783), el Fundamento para una metafísica de las costumbres (1785) y los Principios metafísicos de la ciencia de la Naturaleza (1786). Estas tres obras pueden considerarse como desarrollos de la Crítica de la Razón Pura, y al propio tiempo, "prolegómenos" de la Crítica de la Razón Práctica. A ésta sigue la Crítica del juicio (1790). El conjunto de estas obras contiene lo más sustantivo del pensamiento Kantiano. Y su estudio integral es imprescindible para comprenderlo en su exacta dimensión.
La Crítica de la razón práctica es un intento por encontrar una base teorética para la metafísica. Esta, según Kant, sólo es posible como metafísica de las costumbres, es decir, como una moral. Como explica magistralmente Chevalier, se trata de saber de qué manera la razón, en su uso práctico, puede hacernos percibir en su aspecto real conceptos que no pueden ser representados por la razón especulativa más que de una manera problemática, y cómo el orden de la libertad, que lo implica y presupone todo, es posible al lado del orden de la naturaleza. Aquí también se trata de salvar la distancia antinómica que existe entre dos conceptos o realidades aparentemente antagónicas: la libertad y el orden de la naturaleza.
El hombre trata de aprehender aquello que subyace en la multiplicidad de sus propias experiencias y en los datos de un cierto "sentido íntimo" que posee acerca de sí mismo y de sus propias acciones. Pero aunque libre, como se verá adelante, obra y quiere reconociendo necesariamente la existencia de una ley: el imperativo categórico "incondicionalmente obligatorio" de la ley moral, tal como explica Ernst von Aster.73
Queremos ser felices pero debemos ser morales. El imperativo categórico, que brota de nosotros mismos, garantiza nuestra seguridad y, por lo tanto, nuestra felicidad. Y su formulación, según Kant, es la siguiente: -"Obra de manera que en todo tiempo puedas aspirar a que sus acciones puedan convertirse en ley universal". La segunda máxima involucrada dentro del imperativo categórico kantiano dice así: -"Obra de tal modo que uses a la humanidad, tanto en tu persona como en la de cualquier otro, como un fin y no solamente como un medio". Y la tercera: -"Obra en el reino de los fines como si fueses a la vez el autor y el sujeto de una legislación universal".
Pero para que esta autonomía de la voluntad sea razonable y posible, debe presuponer un orden de libertad. Nuestra capacidad de determinarnos a nosotros mismos de conformidad con el imperativo categórico, o sea con la ley moral, implica una "causalidad libre". Ahora bien: existe la libertad? No dentro del mundo de los fenómenos que la ciencia reduce a su propio dominio. Pero sí en el mundo de la voluntad. La existencia de la libertad humana es un "postulado de la razón práctica".
Dos postulados de la misma especie complementan el mundo de la moral kantiana: la existencia de Dios, entendida como existencia de un orden universal definitivamente válido, y la inmortalidad del alma. Pero la adhesión a estos principios es una creencia, y más específicamente una creencia religiosa racional. Esta teoría, bastante contemporizadora, se sistematiza en una obra escrita por Kant en el año de 1793: La religión dentro de los límites de la mera razón.
PROYECCIONES DE LA FILOSOFÍA KANTIANA
-"La filosofía kantiana -escribe Ludwig Busse- constituye, de una parte, la conclusión de fa evolución que la precede, y por otra, el punto de partida de una nueva evolución. Lo último sucede porque, aparte de los nuevos puntos de vista que aquella presenta, no pudo reunir en un todo sin contradicciones las diversas teorías que pretendía conciliar. Al contrario, aparecen en ella contrastes que constituyen el punto de partida de nuevas direcciones ideológicas, de opuestas tendencias".74
Precisamente por lo que anota Busse, la filosofía kantiana tiene una proyección de excepcional importancia: no sólo en cuanto es continuada en sentido evolutivo por muchos pensadores, sino mejor por el hecho de haber suscitado nuevas teorías y abierto el camino para rectificaciones fecundas. En todo caso, la filosofía alemana posterior a Kant puede clasificarse dentro de una doble y antitética tendencia: una dirección idealista (Fichte, Schelling, Hegel, Schopenhauer, Hartmann), y una dirección realista (Lotze, Herbart).
El hecho es que, tal como explica Chevalier, a pesar de sus esfuerzos, Kant no pudo conciliar el irreductible dualismo entre el mundo de la ciencia y el de la creencia, entre el determinismo fenoménico y la libertad nuoménica: -"De esta no sabemos si existe: la cosa en sí permanece inaccesible al saber humano". Para escapar al escepticismo trascendental dejando a salvo los valores morales, Kant se vió precisado a establecer dos distintos órdenes filosóficos: el de la razón pura, que conduce a la negación de la metafísica como ciencia, y el de la razón práctica, en el que tiene que apelar a presupuestos de simple experiencia y, en ocasiones, de conveniencia.
El esfuerzo titánico del pensador alemán, sin embargo, no fue perdido. De una parte, obligó a sus sucesores a buscar caminos distintos al dogmatismo. De otra, aportó una serie de conceptos fundamentales, sobre muchos de los cuales reposa todavía el pensamiento filosófico.
Mediado el siglo XIX, y como reacción contra el pensamiento materialista, adviene una corriente neo-kantiana: así Federico Alberto Lange (1828-1875), Hermann Cohen (1842-1918), Paul Natorp (1854-1924), Rodolfo Stammler (1856-1929) y los pensadores de la "Escuela de Marburgo". Las tendencias de esta escuela fueron introducidas a España, e influyeron en Hispanoamérica, gracias a José Ortega y Gasset.
Asignatura: CRF
Publicación: 3er Parcial
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